El viaje que se realiza a través de los cinco sentidos para apreciar una obra de arte es similar al que se emprende al catar una copa de vino: se observa, se descubren sus formas y colores, se interpretan las sensaciones que nos despierta y, por último, se disfruta de su belleza.
Ese viaje comienza con el sonido hueco de un corcho al salir de la botella y el vino acariciando la copa. Tras el oído, la vista es nuestra presentación, un primer momento que nos permitirá saber el tipo de vino que tendremos el placer de saborear. El olfato nos acercará tanto a los aromas primarios, esos que desprenden las uvas y la tierra, como a los secundarios, fruto, en determinados casos, del ensamblaje del vino con la madera. El frío del cristal en nuestras manos y la calidez del vino en boca pondrán fin a este viaje sensorial. Un viaje que se convierte en único, como lo es cada momento en que lo compartimos, y como único es el ser humano.
Por todo ello, en ENATE, sabemos que el vino es arte, y que de nuestros sentidos depende la apreciación de nuestras obras maestras; creaciones únicas y artesanas fruto del conocimiento y la sensibilidad de quienes las hacen posibles. Piezas que se completan con obras vanguardistas cargadas de pasión en la etiqueta, que ponen a prueba los sentidos y hacen de la experiencia de beber vino un recuerdo inolvidable.
Así, ENATE y el arte —una rima que tal vez no es casual— coinciden en un punto sublime: la voluntad de la creación. La bodega decidió desde sus comienzos que el maridaje de la enología y la cultura contemporánea sería un rasgo imprescindible en su carácter. Por eso, cada botella de vino, con el objetivo de convertir la experiencia de su degustación en algo único, luce una etiqueta con una obra de arte de vanguardia. Fue, en efecto, voluntad creativa. De igual modo que resulta impensable una bodega sin vino, ENATE asumió que el arte era la esencia misma de su identidad. En 1992, ENATE formalizó su apuesta por hermanar ambos conceptos al contrastar la pericia casi matemática del enólogo con la imprevisión del artista inspirado en la enología.
El arte plasmado en nuestra excelente pinacoteca se entiende más allá de la bodega hasta alcanzar su sentido elemental: la tierra misma. Ahí donde crecen, perfectamente integrados en su medio físico, los viñedos de ENATE ofrecen un sustento semejante al lienzo. El ciclo vegetativo de la vid y las uvas, desde su nacimiento hasta la vendimia, elabora los colores del Somontano. Tonos verdes, rojizos, morados, ocres, amarillentos… Una delicia para los sentidos que trasladamos con mimo y esmero a todos nuestros vinos.
Hoy, ENATE es bodega y museo. Es al tiempo vinoteca y galería artística, y ha fraguado su personalidad en la exquisitez de ambas. Sus barricas y sus paredes resumen los grandes vinos de España, habitados por la genialidad de los grandes creadores españoles e internacionales.