Un vino es el resultado de su terruño. Esto es, de la uva de la que procede, del entorno natural en el que se cultiva y, por su puesto, de las técnicas que se usan durante su cultivo y su vinificación. Así, un vino nos transporta a su origen, a la tierra, que se convierte en responsable de su personalidad única y propia. De ahí la necesidad de comprender la importancia del terruño.
¿Qué es el terruño?
Hablar de terruño es hablar de la tierra, de los factores que configuran el medio ambiente en el que se cultiva un vino, marcando su autenticidad y configurando sus características propias. Esto incluye desde la tipología del suelo y del subsuelo, hasta el clima donde se cultivan esas variedades de uva, de los microclimas que caracterizan cada una de las zonas, así como de la propia variedad y, por supuesto, de las prácticas y técnicas vitivinícolas.
Por ello, podemos afirmar que el perfil del vino, sus aromas o su estructura, son fruto del terruño en el que se cultivan sus variedades, que le aportan propiedades y características que definen su estilo y personalidad.
El terruño de ENATE
Por eso, las peculiares condiciones del viñedo de ENATE, en el Somontano, le aportan especiales cualidades a la uva y nos permiten elaborar vinos blancos, rosados y tintos con identidad propia. Localizado en varias parcelas ubicadas en tres grandes valles, los viñedos de ENATE están agrupados en cuatro zonas: Enate I, Enate II (Cregenzán y Alcanetos) y Salas; por lo que nos encontramos ante suelos diferentes, cuyas altitudes oscilan entre los 350 y 400 metros sobre el nivel, y con viñedos de hasta más de 700 metros de altura, como los ubicados en Bachimaña.
Los suelos de estas zonas del Somontano se caracterizan por ser calizos y pedregosos, con presencia de yeso en algunos casos, y una textura franco-arenosa. Estas características los convierten en suelos de bajo nivel de fertilidad y, en consecuencia, dan vinos de gran calidad. El motivo principal se debe a que los suelos pedregosos contribuyen a retener la humedad del suelo, favoreciendo su drenaje e impidiendo la evaporación directa del agua. Además, el calor que recogen durante el día lo van liberando por la noche, con efectos muy positivos en el periodo de maduración de la uva.
Por otro lado, el clima del Somontano se define como mediterráneo continental, con una pluviometría anual escasa. Por ello, la calidad de la uva se asegura con pequeños riegos controlados, incluso en los veranos más secos. A su vez, esta peculiaridad disminuye la variabilidad entre añadas. Otra gran característica de la zona es la gran diferencia térmica que existe entre el día y la noche de los veranos, que contribuyen a una maduración lenta y óptima de la uva. Y cómo no, el agua pura procedente del deshielo de los Pirineos con la que se riegan nuestros viñedos.
Así, la combinación de los suelos pobres con el clima cálido y seco del sur del Somontano permite alcanzar una completa maduración de la uva, con producciones ajustadas y un excelente estado sanitario.
Son estas especiales condiciones del Somontano las que hacen que sea un lugar excelente para el cultivo de la vid y que nos permita elaborar vinos únicos, vinos que encierran la esencia de este terroir, propio del Somontano.