Jorge Fin se ha convertido en el ganador de la Beca ENATE 21/22, que este año ha cumplido su décima edición. Nacido en Madrid, y afincado en Murcia, Jorge Fin es artista plástico, pintor, muralista e ilustrador. Conocido por ser el pintor de nubes e Icebergs, es miembro de la Cloud Appreciation Society de Londres. Y, desde que expusiese por primera vez en 1989, su trabajo ha podido verse en galerías y museos de toda España y el mundo.
Fin se considera un gran observador de la naturaleza. Y así puede apreciarse en su trayectoria pictórica, con una importante dedicación a la representación de las nubes, como elementos volátiles y caprichosos, así como de las malas hierbas que crecen en el huerto de naranjos de su casa y su estudio en Molina de Segura, motivo de la obra ganadora de la Beca ENATE 21/22, “Observatorio II”. Hemos tenido el placer de conversar con él y esto es lo que nos cuenta sobre su obra y su trayectoria como artista.
¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con el arte?
La casa de mis padres estaba llena de libros y de arte, obras pintadas por artistas, entre ellos mi madre, o compradas poco a poco por la familia.
¿Cómo definirías en pocas palabras tu trabajo artístico?
Es un trabajo que surge de manera natural de la contemplación. Es disfrutar, es una especie de juego. En el fondo, todos los artistas somos niños jugando a crear el mundo en 7 días, diosecillos de juguete.
¿De dónde viene tu amor por los paisajes, la naturaleza?
De mi propia experiencia. Nací y crecí en la gran ciudad, pero hace ya muchos años conseguí escapar y hoy disfruto mucho en mi vida de pintura y huerta.
¿Por qué las malas hierbas?
En el huerto de naranjos que rodea mi casa y mi estudio en Murcia las malas hierbas intentan inundarlo todo. Leyendo los ensayos del paisajista Gilles Clément aprendí a dejarme acompañar por ellas y a valorarlas. Las malas hierbas son anárquicas, son las reinas de la espontaneidad y el mestizaje.
¿Dónde encuentras la inspiración?
En los frescos romanos de Villa Livia, en la gran mata de hierbas de Alberto Durero, en los dibujos botánicos de Ehret, en el cine de Godard o de Tarkovski, en el teatro de Aristófanes, en la música de Satie o de Bambino…
¿Tienes algún ritual antes de ponerte a pintar?
Mirar el cielo. Escoger una buena música.
¿Qué buscas trasmitir con tu obra “Observatorio II”, ganadora de la Beca ENATE 21/22?
El placer de la contemplación. Llevo 20 años mirando y pintando nubes. Estaba tendido en la hierba mirando nubes como siempre, tan sólo he girado la cabeza.
¿En qué te has inspirado para su creación?
Es una vivencia. No es solo que me inspire, es lo que he vivido. Esa señal en la hierba es la huella de mi cuerpo en plena contemplación de las nubes o las estrellas. A menudo lo hago con mis hijos.
¿Cuál ha sido el proceso de elaboración de la obra?
Esta obra y todas las de esta serie se hacen muy lentamente, con mucha paciencia, hay superpuestas varias capas de hierbas que montan unas sobre otras de manera muy minuciosa.
¿Qué te motivó a presentarte a la décima edición de la Beca ENATE?
Es un premio muy prestigioso, y conseguir estar en la lista de los grandes artistas que han colaborado con ENATE es un honor y un privilegio.
¿Qué te ha aportado esta experiencia?
Estoy feliz. Yo creo que en estos concursos lo difícil es conseguir ser seleccionado entre los finalistas. A partir de ahí, es una lotería, el nivel de todos era muy alto y cualquiera era merecedor del premio. Me tocó a mí. Y vuestra invitación a la bodega una vez que gané ha sido una experiencia maravillosa.
¿Cuál es tu próximo reto?
Mostraré a partir de abril en la Galería La Casa Amarilla de Zaragoza una parte de mis hierbas, bajo el título “Claros del bosque», un pequeño homenaje a María Zambrano.