Daniel Vera (Barbastro, 1999) es artista visual, licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Zaragoza (Campus de Teruel). Su trabajo se centra en el análisis contemporáneo del paisaje, con una estética que combina pintura, muralismo e instalación, siempre en diálogo con el entorno.
Ha sido reconocido con el Premio de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte al artista menor de 35 años, el Accésit del Premio Ibercaja de Pintura Joven, el Premio CREAR 2024 del Instituto de la Juventud, y ha sido becado en varias ocasiones, entre ellas por el programa A3rte de apoyo a jóvenes artistas impulsado por Impact Hub y ENATE.
Su obra ha sido expuesta en muestras como Post Paisaje en el Centro de Arte Joven Ibercaja de Zaragoza, o Locus Amoenus inaugurada en el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza, y presentada posteriormente en varias sedes, entre las que destaca la Sala de Exposiciones de la UNED de Barbastro. Ha desarrollado proyectos murales en contextos locales e internacionales, destacando sus trabajos en la Bodega ENATE, el Festival Asfalto (Plan, Épila y Farlete), o en residencias artísticas en Rumanía y Andalucía.
En esta ocasión, presenta una nueva intervención en formato de lona para Bodega ENATE en el marco del Festival del Somontano, una pieza que amplía su investigación en torno al paisaje, el vino y la memoria visual del territorio.
Daniel, ¿para esta nueva intervención en ENATE qué te planteaste desde el inicio?
Una de las primeras ideas para el proyecto consistía en plasmar un paisaje del Somontano y generar un diálogo con las formas que suelo introducir en las escenas. Durante una de las visitas a la bodega estuve investigando dónde se situaban los viñedos de ENATE para poder visitarlos e inspirarme. Unos días después, me fui de excursión en busca del lugar. En el momento en que llegué al mirador del pueblo de Enate, decidí que esa sería la vista que intentaría representar.
Además, este paisaje ya fue pintado en un mural ubicado en la bodega por la artista Celia Ferrer en el año 1992. En ese mural se representaba el mismo territorio, pero antes de que existieran los viñedos: en su lugar se veían campos de trigo, olivos y cereal.
Esta obra es, en cierta forma, la continuación de ese terreno, que se ha transformado con la viña como protagonista del paisaje, sustituyendo los tonos ocres por los del vino.
Ya habías realizado un mural en la Bodega. ¿Cómo dialoga esta nueva obra con aquella anterior?
Ese mural corresponde a la época en la que obtuve la beca de A3rte de ENATE e Impact Hub. Aquella obra pertenece a la primera etapa de investigación sobre la generación de imágenes con inteligencia artificial y los contrastes entre la geometría y el paisaje. En el mural se plasmó un entorno frondoso, con mucha vegetación, en blanco y negro, y una caja de metacrilato retroiluminado en color azul en la parte central de la obra.
En esos primeros acercamientos al uso de la geometría en el paisaje, el rectángulo central era un leitmotiv que ejercía como punto de tensión en la obra, generando similitudes con una ventana, una pantalla o un umbral. Algunos de los planteamientos evocaban la sensación de que el espectador se encontraba dentro de la obra, mirando hacia el exterior a través de esa ventana.
Conforme fui investigando más sobre este juego entre lo artificial y lo orgánico, comencé a introducir más elementos dentro de las escenas, generando composiciones con varios puntos de atención. Al mismo tiempo, empecé a buscar paralelismos con los paisajes que me rodean. Reflexioné sobre cómo, hoy en día, es casi imposible disfrutar de una vista del paisaje natural sin encontrar la huella del ser humano: molinos eólicos, antenas, placas solares, depósitos, señales, carteles publicitarios, esculturas en las autovías, etc.
En mi trabajo busco evidenciar esos elementos que muchas veces obviamos al mirar al horizonte, pero también me interesa que sea el espectador quien formule sus propias teorías acerca de estas formas, ya que suelen generar preguntas y una cierta extrañeza en quien las observa.
Tu trabajo está muy ligado al paisaje. ¿Qué referencias o elementos has incorporado en esta obra vinculados al Somontano?
En esta obra he situado formas geométricas básicas: triángulos, círculos y rectángulos. El verdadero protagonista es el lugar en sí. Los elementos conviven dentro de la escena aportando cierto grado de diversión y desenfado, con colores amables.
Muchas de las obras que he realizado partían de imágenes digitales, como en la serie Locus Amoenus: Paisajes de Aragón. Lo interesante de esta pieza es que parte de un lugar real: es en ese paisaje donde se integran los elementos del cuadro.
¿Qué papel juegan la memoria visual y lo simbólico en esta pieza concreta?
Esta obra invita a imaginar nuevas historias sobre un mismo territorio, donde un día se soñó con un viñedo para una bodega. El objetivo ha sido rendir homenaje al lugar de origen de una visión, una interpretación del territorio o un sueño. Un lugar que, a través del vino, se ha convertido en medio para miles de nuevas historias y recuerdos en cada uno de los consumidores de ENATE.
¿Cómo ha sido el proceso técnico y creativo para esta lona?
La obra se ha realizado con pinturas acrílicas sobre tela. El paisaje se pintó con sus colores originales, con la intención de aplicar posteriormente varias veladuras en tonos granates para teñir la escena. Una vez teñido el cuadro, se repintaron las formas para que tuvieran colores más vivos. Finalmente, la obra fue editada digitalmente para realzar los colores y generar destellos.
Me pareció interesante que en la propia lona convivan estas dos herramientas —la pintura y lo digital— al igual que en mis otras obras.

Has trabajado en contextos rurales, urbanos e internacionales. ¿Qué tiene de especial intervenir en un entorno como el de ENATE y el Festival del Somontano?
Para mí es todo un honor y un placer trabajar con ENATE. Siempre ha sido una referencia en cuanto a arte contemporáneo y un oasis cultural en el Somontano. A nivel personal, jamás imaginé que podría tener un mural en la colección de la bodega, y me hace mucha ilusión ser partícipe del Festival del Somontano.
He disfrutado muchas ediciones del festival, tanto con mi familia como con mis amigos desde que era pequeño, y este año me hace especialmente feliz poder brindar con un paisaje para ENATE realizado por mí.
¿Qué te llevas de esta experiencia y qué te gustaría que se llevara el público al ver tu obra?
Ha sido un placer que ENATE volviera a contar conmigo para este proyecto. Una de las cosas que tiene pintar paisajes es que, en cierta forma, te obliga a profundizar en ellos: tratar de comprender sus colores y formas, interpretar cada fragmento de lo que uno observa e intentar captar su belleza en un lienzo.
Eso hace que siempre se quede una parte de ti en la obra. Me alegra saber que esa parte se queda en mi tierra, y que mi forma de contar las cosas será parte de lo que verán los visitantes del festival.
Me gustaría que el público se dejara llevar. A mi parecer, somos nosotros quienes creamos las historias a partir de los lugares, y espero que surjan muchas conversaciones divertidas acerca de estas formas que habitan el paisaje de la lona.
¿Hacia dónde te gustaría seguir desarrollando tu trabajo en el futuro próximo?
Me gustaría seguir investigando acerca del paisaje, al mismo tiempo que continúo trabajando con la abstracción, las instalaciones y la pintura mural. Todos los proyectos me nutren y me llevan a nuevas ideas o reflexiones.
Una de las ideas que tengo en mente es experimentar más con los soportes y romper con la bidimensionalidad del lienzo. Adoro la pintura y siento que todavía tengo mucho por aprender y explorar. De todas formas, disfruto el camino y siempre procuro ponerme retos, así que estoy seguro de que lo mejor está por venir.



