El Blog de Enate

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Conversación con… Fernando Alvira, el paisaje a través de sus infinitas posibilidades de forma y color

Trabajador del arte y maestro. Así es como el oscense Fernando Alvira (Huesca, 1947) se define a sí mismo. Una vida dedicada al arte y a compartir sus conocimientos durante más de treinta años a través de la docencia. Una fructífera carrera artística que ha dado como resultado más de un centenar de exposiciones individuales y colectivas desde 1968, libros y muchos artículos de divulgación, críticas e ilustraciones en diferentes medios de comunicación. Vinculado con ENATE desde el nacimiento de la bodega, conversamos con el vicepresidente primero de la Real Academia de San Luis, Fernando Alvira, sobre su vida y su visión del arte.

Si no hubiese sido artista, ¿a qué hubiese dedicado su vida Fernando Alvira?

Siempre he preferido pensar que respondo más a una posible etiqueta de trabajador del arte que a la de artista, que me parece un poco excesiva. Afortunadamente, he podido compaginar esa faceta de trabajador del arte con otra parte fundamental de mi actividad: el magisterio. Intentar que tu trabajo ayude al desarrollo de otras personas, desde cualquier actividad, me parece una forma de llenar suficientemente una vida y las aulas, aunque no lo sean en exclusiva, son un excelente escenario para intentar esa ayuda.

¿Por qué la acuarela y no otra técnica?

No creo que se me pueda considerar acuarelista… De hecho, la acuarela aparece en el conjunto de mi trabajo hace no demasiado tiempo. Sí que es cierto que en los últimos meses ha sido uno de los procedimientos que he utilizado más, pero ha sido solo por la peculiar situación en la que nos ha colocado la pandemia, por el plus de comodidad que supone, al precisar mucho menos espacio y recursos. Hasta hace poco la había utilizado solo como boceto para las que consideraba pinturas de verdad.

La actividad en el estudio, –sobre todo con los óleos que ha sido mi procedimiento preferido desde la primera exposición individual de 1968–, ha estado algo aparcado estos últimos meses, pero es el que realmente considero mi auténtico trabajo de pintor. En la actualidad, está centrado en la serie de Los desastres de la guerra de Goya y supone un reto que espero poder solucionar en los próximos años.

El paisaje es el lazo de unión de toda su obra. Si sus paisajes pudieran hablar, ¿qué dirían sobre Fernando Alvira? ¿Sobre los lugares representados?

Decidí muy pronto que el paisaje iba a ser el asunto principal de mi pintura. Respecto a los escenarios, dado que he compaginado pintura y docencia, también elegí muy pronto los que tenía más a mano: la Hoya de Huesca, el Somontano y los Monegros. También desde muy pronto entendí que lo importante no era el resultado sino el proceso. Que en ellos es donde se aprende.

Creo que lo que dirían los parajes que han sido los temas de mi trayectoria como pintor, como lo harían cualesquiera otros que hubiera tomado, es que hay que trabajar sin parar para intentar representar las infinitas posibilidades de forma y color que esos paisajes nos están ofreciendo.

¿Qué artistas han influido en su vida?

En mi manera de entender la pintura, que es una parte importante de mi vida, han influido especialmente los pintores impresionistas. Esa visión heraclitiana de la realidad que nos advierte que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río me ha interesado siempre como teoría pictórica pero también como teoría de vida. Es un buen catecismo que te advierte de lo relativo que resulta todo lo que acontece. Entender las formas como una vibración de la luz te lleva a entender el total de la realidad como algo fluido que elude cualquier esquema prefijado, cualquier verdad absoluta.

Ha tenido la oportunidad durante treinta años de compartir y transmitir todos sus conocimientos a los centenares de alumnos que han pasado por sus clases… Como profesor, ¿qué buscaba transmitir a sus alumnos?

Cincuenta cursos académicos seguidos (la mili la considero curso académico ya que di clases de alfabetización a algunos de mis compañeros de batería) me han servido para intentar convencer a los alumnos de que existe otra manera de entender la vida desde el conocimiento y la práctica del arte. Si al principio me centraba en transmitir los saberes que imponían los programas de dibujo, con el paso de los años intenté que los estudiantes consideraran esa otra posibilidad de vida.

En los últimos cursos en la Universidad solía insistir en que si pasaban tres o cuatro años en las aulas universitarias y no aprendían a pensar con su cabeza, habían estado tres o cuatro años perdiendo el tiempo. Esta lección caía siempre en los exámenes.

Y, por otro lado, ¿qué aprende un maestro de un joven artista?

Viendo trabajar a los niños y a los jóvenes te das cuenta de que la permanente búsqueda de soluciones a los problemas de siempre no depende solo de tu interés por despejar las incógnitas: las soluciones con mucha más frecuencia de lo que pueda parecer te encuentran a ti. Basta dejar trabajar a un grupo de niños con unas cajas de colores para entenderlo.

¿Cómo empezó su relación con la Real Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza de la que es vicepresidente?

Ángel Azpeitia, amigo y maestro de muchos de los artistas grandes y pequeños que ha dado Aragón en las últimas décadas, entendió que el interés por el estudio del arte altoaragonés y la decisión de recuperar a los pintores del período entre los siglos XIX y XX sumado a mi trabajo de pintor centrado en esta provincia, me podía convertir en Académico delegado en la ciudad de Huesca y así lo propuso a la Academia en 1992 que me aceptó. Años más tarde pasé a la sección de Pintura como profesional.

Durante estas casi tres décadas he dedicado una parte de mi actividad a una institución que, creo, ha superado en estas últimas décadas un estado excesivamente tranquilo, implicándose progresivamente en la actividad cultural de nuestra autonomía. Desde 2010, con la presidencia de Domingo Buesa, he procurado apoyar esa imbricación social desde la vicepresidencia.

Durante el periodo de confinamiento, se volcó totalmente en la pintura realizando hasta, en alguna ocasión, tres o cuatro acuarelas en un solo día. Después de llevar toda una vida dedicada a la pintura, ¿cuál es la principal motivación que le lleva a seguir pintando todos los días?

Tras mi jubilación como profesor universitario, me propuse retomar algunas cuestiones que quedaban pendientes desde mi paso por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jorge en Barcelona. Un paso que tuvo que ser demasiado rápido ya que tenía que dar clase para poder vivir en la ciudad en la que estudiaba. En 2015 decidí que iba a dibujar y pintar todo lo que no había podido hacer esos años. También que iba a retomar ese trabajo sobre Goya que había iniciado en clase de Historia del Arte con Rafael Santos Torroella.

La motivación que me lleva a pintar todos los días es clara: nunca es demasiado tarde para aprender y en pintura creo que el mejor aprendizaje es la práctica. Por eso, me propuse dibujar y pintar todos los días, algo que la pandemia no ha hecho sino incrementar al prestarme mucho tiempo que no hubiera tenido en condiciones normales.

¿Cómo ve el arte en el mundo contemporáneo?

El arte, en cualquier momento, no es sino una forma de encontrar soluciones divergentes a los eternos problemas del hombre. En un mundo como el que nos toca vivir parece que no pueden encontrarse demasiadas ya que cada solución lo que aporta es en realidad uno o varios problemas nuevos. Creo que el arte contemporáneo se mueve en ese caldo de cultivo.

¿Y el arte y su vinculación con el mundo del vino?

Creciente, desde luego. El mundo del vino ha dirigido en las últimas décadas su mirada con creciente intensidad a los campos del arte y los ha introducido no solo en su proceso de producción especialmente en el etiquetaje, sino que ha creado espacios para su promoción: salas de arte y museos cada día más abundantes en las bodegas, algunos de innegable calidad.

¿Cómo nació la relación con ENATE?

Tuve la suerte de estar involucrado directamente en el nacimiento de la imagen de la bodega, a través de la empresa de publicidad que se encargó de diseñarla. Desde esos primeros momentos he mantenido una relación permanente que me ha llevado a exponer en la sala en 2007 y a que algunas de mis pinturas ocuparan ese puesto de honor que suponen las etiquetas de ENATE. No todos los días tu pintura puede convivir con algunos de los grandes maestros del arte contemporáneo.

¿En qué proyectos se encuentra trabajando actualmente?

Como le he comentado, el proyecto que me ocupa actualmente en pintura se inició en los primeros años setenta, en la Escuelade Bellas Artes, y quedó aparcado en 1976 con mi regreso definitivo a Huesca. Partiendo de los Desastres de la guerra, quisiera convertir los pequeños grabados de Goya en pinturas de formatos considerables. Para ello, realizo, en primer lugar, diferentes dibujos de los que me sirvo para planificar las pinturas.

La serie de grabados de Goya es considerada un alegato no contra una guerra sino contra todas las guerras: uno de los eternos problemas del hombre a los que el arte de todos los tiempos ha pretendido prestar soluciones.

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